Dinosaurios, aferrándose al poder en América Latina

Rafael Correa perdió su intento de volver al poder mediante un referéndum en Ecuador, pero en Bolivia Evo Morales quiere un cuarto mandato, Daniel Ortega ha estado en el poder durante 10 años en Nicaragua y Juan Orlando Hernández en Honduras acaba de ser reelegido a pesar de ser constitucional límites. Luego está Nicolás Maduro en Venezuela.

En América Latina hay un grupo de presidentes, dinosaurios políticos, que se han quedado por mucho tiempo porque se niegan a ceder el poder. Se consideran indispensables, pero no tienen idea de cuánto daño le están haciendo a la democracia y sus respectivas naciones.

En Ecuador, el presidente Rafael Correa estuvo en el poder desde 2007 hasta 2017, pero quería más. Ya se estaba preparando para postularse nuevamente en 2021, pero en un referéndum reciente, casi dos tercios de los votantes en Ecuador dijeron que no a Correa, y sí a los límites del mandato presidencial. Aún así, no me sorprendería que Correa hiciera otro intento para regresar a la presidencia, ya sea por las buenas o por las malas.

Entrevisté a Correa años atrás y se negó a llamar dictador a Fidel Castro de Cuba. Este es un rasgo compartido por muchos de estos gobernantes que se consideran insustituibles. Parecen pensar: “Si Fidel se mantuvo en el poder para siempre, ¿por qué no debería?”

De manera similar, el presidente boliviano Evo Morales, durante una conversación en La Paz poco después de su primera toma de posesión en 2006, me dijo: “Respeto y admiro a Fidel Castro. Ellos tienen democracia allí. Para mí, Fidel es un hombre democrático que defiende las vidas de las personas. “Es realmente preocupante cuando un presidente admira a un dictador, ya que a líderes como estos no les gusta que los desafíen. De hecho, mi entrevista de 15 minutos con Morales terminó antes de que estuviéramos a mitad de camino porque no le gustaban mis preguntas.

Entonces, no debe sorprendernos que Morales quiera postularse para un cuarto mandato sin precedentes en 2019. Y el año pasado, el tribunal superior de Bolivia abrió el camino para que él hiciera precisamente eso.

En Nicaragua, la familia Ortega está siguiendo el ejemplo establecido por el régimen de Somoza. Todo en Nicaragua está bajo el control del presidente Daniel Ortega, lo cual es irónico, dado que Ortega es un ex guerrillero que luchó contra la dictadura del general Anastasio Somoza Debayle hace años. Ahora, él está creando su propio sistema autoritario. Ortega llegó al poder en 1979, después de la victoria de los sandinistas en Nicaragua, luego perdió la presidencia ante Violeta Chamorro en 1990. Lo volvió a ganar en 2007 y ha estado en el poder desde entonces. La última vez que Ortega fue reelegido, en 2016, su esposa, Rosario Murillo, se convirtió en vicepresidente.

Antes de su campaña presidencial en 2007, entrevisté a Ortega en Managua, Nicaragua. “Así como logramos tomar el poder por medio de las armas”, me dijo, refiriéndose a sus días en el Frente Sandinista de Liberación Nacional, “ahora el desafío es tomar el poder por medio de los votos”. Y lo logró.

Cuando le pregunté a Ortega sobre Cuba, su respuesta fue, por supuesto, totalmente predecible. “Fidel Castro no es un dictador, es un revolucionario”, dijo Ortega, como si las revoluciones justificaran la imposición de dictaduras.

Otro ejemplo de un hombre que se ha aferrado al poder sin importar qué es Nicolás Maduro, el dictador de Venezuela. Durante su tiempo como presidente, los opositores de su régimen han sido asesinados o encarcelados; él ha censurado la prensa; su administración ha tomado el control del ejército y los tribunales; y ha reducido drásticamente el poder de la Asamblea Nacional controlada por la oposición. Maduro ahora tiene la intención de celebrar elecciones presidenciales el 22 de abril.

Fue puesto donde está por Hugo Chávez antes de su muerte en 2013, y para entonces Maduro ya había aprendido los trucos de Chávez. Cuando fue elegido por primera vez, Chávez prometió que entregaría el poder después de que terminara su primer período, o antes, y luego se mantuvo en la presidencia durante 14 años. Maduro, siguiendo el ejemplo de Chávez, ha logrado convertir a Venezuela en una de las naciones más pobres, reprimidas y sin esperanza en el hemisferio.

El año pasado en Honduras, el presidente Juan Orlando Hernández hizo a un lado el límite constitucional de un mandato y se impuso al país por un segundo. Las manifestaciones, muertes y quejas internacionales que siguieron a su reelección fueron en vano. Hernández asumió el cargo rodeado de la policía y el ejército. Esta es la imagen proyectada por Honduras: un país con algunas de las ciudades más violentas del mundo y un aspirante a dictador que no puede salir a la calle.

Finalmente, la gran dictadura: Cuba. Desde 1959, los hermanos Castro, Raúl y Fidel, han liderado uno de los sistemas más represivos y antidemocráticos de América. Su dictadura ha sido tan brutal como la de Augusto Pinochet en Chile, y han dado un ejemplo miserable para los muchos líderes latinoamericanos que, enfrentados a la tentación de aferrarse al poder, han arrojado a la democracia por la ventana. Lo peor de todo es que estos líderes no se dan cuenta de que han elegido estar en el lado equivocado de la historia.

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